En Cali, como en la mayoría de las ciudades, existen barrios cuyas casas son grandísimas porque fueron construidas hace varias décadas, cuando la ciudad tenía pocos habitantes y las familias muchos hijos.
Como es natural, estas casas tienen otro uso en barrios que toman vocación comercial o empresarial y los que logran conservarse como residenciales, algunos dueños las fraccionan en dos, tres, cuatro o cinco apartamentos.
Por lo general, estos barrios son de gente mayor y muy tranquilos en todo sentido, pero cuando salen en alquiler estos apartamentos que menciono, llega gente de otros barrios con otra cultura como la de los niños que le dan "pata" todo el día a un balón, el equipo de sonido con la salsita a todo volumen y el perro malcriado que ladra todo el día y otros detalles que no quiero mencionar para no ser tildada de elistista.
¡Vaya coincidencia! escribiendo este artículo y el vecino, ya muy mayor, le dice a los chicos de uno de los cinco apartamentos de la casa que dividieron, que dejen la pateadera al balón contra la fachada.
En síntesis, pues todos tenemos derecho a vivir donde queramos, pero "a la tierra que fueres, haz lo que vieres". Esto vale también para los barrios.