En Cali existe un sitio o una sucursal de la Librería Nacional, situada en el oeste de la ciudad. Obviamente venden libros y revistas como toda librería que se respete, pero además, hay cafetería en la que se disfruta de capuccino, pastas, frappés...
Esta librería, la del oeste, tiene muchos encantos: cuenta con dos ambientes, uno interno con aire acondicionado y una terracita al aire libre; se encuentra uno con muchos amigos y se leen las últimas revistas mientras se come.
Tengo por costumbre ir, en promedio, una vez a la semana. Claro, ya ha llegado Jet Set, Cromos, Ola, Semana, Cambio, Caras, Fucsia, Vanidades, Tv y Novelas... Es decir, las últimas noticias de la frivolidad nacional e internacional, que me encantan. Pero lo bueno es ir acompañado de una persona a la que también le gusten estos "interesantes" temas para comentarlos. Esa es la fascinación del sitio.
Pero, qué problemas encuentro en la Librería Nacional, ya refiriéndome un poquito al famoso "servicio al cliente".
1. Las mesas tienen vidrio y con la luz, tremendo reflejo en los ojos. Hasta donde sé, eso está prohibido.
2. Falta un diseño en las mesas que permita poner el café y al mismo tiempo inclinar la revista. Si la revista permanece sobre la mesa, las lámparas se reflejan en el papel con mucho brillo y si se inclina, pues uno se cansa.
3. Va mucho padre de familia, después de salir del trabajo, supongo, para compartir con sus niños. Estos juegan, gritan, saltan... lo que ocasiona que uno se desconcentre en la "literatura". Una vez, gritaban y corrían tanto, tanto, que le dije a uno de los meseros que cuándo iban a instalar los rodaderos y columpios.
4. Las tortas que venden no son las mejores. Siempre de vainilla, chocolate... y el mismo sabor bocado tras bocado. Sería mejor una oferta de pasteles de variados sabores.